Adam Goldman / The New York Times
Cuando entró la llamada sobre que había explotado una bomba en Manhattan, Amy Hess se puso a trabajar rápidamente.
Ayudó a coordinar los equipos de agentes del FBI que fueron a Nueva York a recolectar evidencia, a establecer puestos de mando seguros en las calles para que los agentes pudieran discutir la información clasificada y a alertar a los forenses digitales, y expertos en huellas dactilares y reconocimiento facial, a los que ella maneja en Quantico, Virginia, donde se localizan la academia del FBI y su laboratorio. El día siguiente, Hess y su equipo tuvieron un papel crucial en la identificación de Ahmad Khan Rahami, el hombre acusado de colocar la bomba junto con un segundo artefacto que no explotó.
“Tocamos todos los registros”, dijo Hess, que dirige la rama de ciencia y tecnología del FBI que supervisa más de 6.000 empleados.
Dentro del FBI, las mujeres en particular admiran a Hess y no solo porque la hayan apodado la “científica cohete”, por su posgrado en ingeniería aeronáutica y astronáutica en la Universidad Purdue. También, es la primera mujer en dirigir la rama científica; una de unas cuantas mujeres que están al mando de un trabajo tan importante en el FBI, un organismo elitista, en el que los hombres predominan en las posiciones de alta jerarquía.
Hess, de 50 años, lo expresó sencillamente: “Faltan mujeres en las funciones de liderazgo”.
Actualmente, en el FBI, las mujeres ostentan el 12% de los 220 cargos de alta jerarquía para agentes, incluidas nueve que operan oficinas de campo en sitios como Los Ángeles; la ciudad de Oklahoma; Louisville, Kentucky, y Knoxville, Tennessee. Son menos en comparación con la que había en 2013, cuando las mujeres tenían cerca del 20% de los empleos de agentes de alta jerarquía y 15 mujeres dirigían oficinas de campo.
“Pareciera que vamos para atrás”, comentó Janice K. Fedarcyk, ahora retirada, quien operó la oficina de Nueva York con alrededor de 2.000 empleados, de 2010 a 2012. “Necesitan hacer algo para revertir la situación”, agregó.
Un desafío
James B. Comey, director del FBI, ha descrito la falta de mujeres -y también de las minorías- en su dependencia como un problema grave que puede debilitar las investigaciones y mantener la oficina alejada de las comunidades a las que sirve. De sus 13.523 agentes, 2.683 (alrededor del 20%) son mujeres. Cerca del 83% de los agentes es blanco.
“El gran reto de los dos últimos años es cómo hacemos para que las mujeres y los negros se unan al FBI”, dijo Comey en una conferencia de jefes de policía que se realizó en San Diego a mediados de este mes. “Ese ha sido nuestro gran problema, y yo lo he descrito como crisis”, puntualizó.
En respuesta, el FBI estableció un plan para incrementar la cantidad de agentes mujeres a un 33%. Pronto, la Oficina también empezará a proporcionarles a las oficinas de campo datos de reclutamiento, algo que nunca había hecho antes. Eso permitirá que se rastree dónde se ha reclutado exitosamente a los empleados y, quizá, vincule los datos con las reseñas de desempeño.
“Está en riesgo nuestra capacidad para que nos crean”, dijo Comey en un discurso este año. “El FBI debe poder pararse en cualquier esquina de Estados Unidos o ante cualquier jurado y que le crean”, destacó.
El FBI viene batallando de tiempo atrás para promover a las mujeres. No fue sino hasta después de la muerte de J. Edgar Hoover, en 1972, que se aceptó que las mujeres fueran agentes, que son quienes portan armas y realizan investigaciones. Se requirieron otras dos décadas para que a Burdena G. Pasenelli, conocida como Birdie, la nombraran la primera mujer agente que dirigió una oficina de campo. ¿Su misión? Anchorage, Alaska, que no estaba en el centro de la acción entonces como no lo está ahora.
Sin embargo, para las mujeres del FBI, Pasenelli, que murió este año, fue una pionera.
“Abrió la puerta para que muchas mujeres pensaran en las posibilidades”, notó Stephanie Douglas, que en 2012 se convirtió en la primera mujer en dirigir la rama de seguridad nacional del FBI. Douglas, que trabajó con los fiscales para investigar la destrucción de las videocintas de la CIA en las que se presentaba la tortura de sospechosos de terrorismo en otros países, se retiró en 2013.
Tres razones
Funcionarios del FBI dicen que no pueden explicar completamente el retroceso de las mujeres en las funciones de dirigencia en la dependencia, pero que, en parte, se debe a los retiros y la oportunidad de vacantes. David Schlendorf, director adjunto de la división de recursos humanos, considera que es una tendencia preocupante pero que tiene solución. “Soy optimista respecto de que nos puede ir mejor”, afirmó Valerie Parlave, jefa de Schlendorf, que en 2013, se convirtió en la primera mujer en dirigir la oficina de campo en Washington.
Las mujeres mencionan tres razones importantes por las que llegan tan pocas a los más altos cargos.
La primera es que, a menudo, el camino a las promociones es menos atractivo para las mujeres, ya que cabe la posibilidad de que se transfiera al agente promovido de un momento a otro, y entonces se debe dejar atrás a la familia. Tradicionalmente, eso ha significado que los hombres deban desplazarse sin hijos y sin esposa durante un tiempo, sacrificio que, probablemente, las mujeres están menos dispuestas a hacer.
Douglas, que no tiene hijos, dijo que una vez se mudó de San Francisco a Washington en cuatro días y que se reubicó en cuatro ocasiones entre 2005 y 2013. Cada vez que recibía la llamada, temía que si decía que no pudiera ser que ya no le dieran otra oportunidad. “La Oficina es increíblemente competitiva”, resaltó Douglas. “Si no aprovechas una oportunidad, alguien más lo hará”, describió.
La segunda razón, según afirman las mujeres (retiradas y en actividad) en que en el FBI no hay suficientes de ellas en cargos de alta jerarquía como para que sean ejemplos a seguir, ni hay mentoras. Aun cuando las mujeres tienen puestos de agentes séniores, ninguna ha estado alguna vez encargada de una de las grandes divisiones operativas, como la de contraterrorismo, que en el mundo posterior al 11 de septiembre ha estado dominada por hombres que prosiguieron a puestos todavía más elevados, incluido el número dos, el de subdirector del FBI. Nunca ha habido una mujer subdirectora ni directora.
Fedarcyk, la ex jefa de la oficina de campo de Nueva York que también fue la agente de mayor jerarquía encargada del terrorismo en Los Ángeles y que ha coordinado el esfuerzo de la Oficina para rastrear el financiamiento del terrorismo, dijo que su éxito se debió, en parte, a que hubo gente que se interesó en su trabajo y la ayudó en el camino.
“Yo tuve una gran carrera”, comentó. “Hay muchas razones distintas de por qué es el caso. Algunas mujeres no quieren dar ese paso siguiente. Algunos tipos no quieren dar ese paso siguiente. Yo tuve suerte al ascender en la Oficina. Tuve mentores fuertes”, aclaró.
Un tercer problema, dicen las mujeres, es que muchísimas menos de ellas presentan solicitud para los altos cargos del FBI, que los hombres. Por cada docena, más o menos, de solicitantes para un alto puesto, notó Hess, solo una o dos son mujeres.
En parte, ello se debe a que, para empezar, hay menos mujeres en la Oficina, pero también evitan presentar solicitudes para los altos cargos por la misma razón que lo hacen muchos hombres: ven el hecho de sentarse detrás de un escritorio, aun con mayor antigüedad y mayor sueldo, como algo inferior a lo que muchos consideran el empleo soñado de un agente: trabajar en las calles, reunirse con informantes, armar los casos y poner a los criminales tras las rejas.
“Esa es la razón por la que entras a la Oficina”, dijo Hess, que alguna vez trabajó en crímenes violentos, pandillas y drogas, y coordinó brevemente las operaciones de contraterrorismo del FBI en Afganistán. “No para arrastrar el lápiz”, puntualiza. Este mes, ella se hará cargo de la unidad de Louisville, Kentucky, el octavo movimiento en su carrera.
Discriminación
En el FBI, ha habido muchos retos para las mujeres. Las agentes han presentado varias demandas por acoso sexual y discriminación. Este año, una ex agente acusó a sus compañeros de trabajo varones de la oficina de Denver, de comportamiento inapropiado y de comentarios despreciativos. Según la demanda, se escuchó que un agente dijo sobre una colega: “Espero que renuncie. Se puede quedar en la cocina de su casa”.
Beverly Andress, que se incorporó a la dependencia en 1983 y se retiró en 2006, recordó que era frecuente que la presentaran como agente mujer en lugar de solo como agente. “Tienes que tener un buen sentido del humor. Es un mundo de hombres”, reflexionó.
Funcionarios del FBI dicen que si se analizan los números como un promedio en la última década, ellos tienen una mejor trayectoria en cuanto a las mujeres en cargos altos de agentes -alrededor del 16%- que otros organismos de seguridad del Estado, incluidos los departamentos Estadounidense Antidrogas (DEA) y el de Inmigración y Aduanas. Solo el Servicio Secreto tuvo un porcentaje ligeramente mayor de mujeres en altos puestos de agentes.
Las agentes dicen que sabrán que el FBI ha hecho progresos cuando, finalmente, se ponga a una mujer a cargo del contraterrorismo, las investigaciones criminales, la contrainteligencia o la nombren subdirectora. Por ahora, las estrellas en esas divisiones son abrumadoramente masculinas.
“Estamos jugando a ponerse al corriente”, notó Voviette Morgan, una agente sénior que dirige la sección de investigaciones internas de la Oficina y es una experimentada investigadora en contraterrorismo. “En 2016, odio el hecho de decir primeras veces”, subrayó. “Vamos detrás de la curva -añadió Morgan-; no hay duda al respecto”.